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Carlos López y Clara Garzón (*) son de clase alta, pero no lo saben, o mejor, no se sienten así. Entre los dos juntan 11,9 millones de pesos en ingresos cada mes, con los que viven la pareja y sus dos hijos de 8 y 7 años. 

Es decir, que por cada miembro del hogar hay, en promedio, más de 2,9 millones de pesos mensuales. Es un matrimonio de profesionales egresados de universidades privadas de Bogotá y cada uno con especialización en sus áreas de trabajo. Ella trabaja en una multinacional financiera, y él, en una asociación empresarial.

El apartamento en el que viven es de 90 metros cuadrados en una zona residencial estrato 4 de Bogotá, el cual están pagando con una cuota mensual de casi dos millones de pesos. Además, deben desembolsar 700 mil pesos mensuales por administración y servicios, que incluyen agua, luz, teléfono, internet y televisión satelital. Así mismo, para el cuidado del inmueble y otras labores, cuentan todos los días con una empleada a quien le pagan su salario y sus respectivas prestaciones de ley.



Para los hogares como el de los López Garzón –de clase alta– el costo de ocupar la vivienda propia es el que más pesa en la división de 188 rubros de gasto de la canasta familiar. De acuerdo con el Dane, representa el 16,1 por ciento del gasto mensual para este grupo social. Para la clase media, ese renglón sigue siendo el primero, pero baja al 14,5 por ciento, mientras que pagar arriendo sube al segundo lugar. 

Para los vulnerables, los gastos de la vivienda propia se reducen a 12,6 por ciento y bajan al segundo lugar, mientras que pagar arriendo sube al primer lugar, con el 14 por ciento. Y el arriendo es el principal gasto de los pobres, con el 19,7 por ciento.

Para Clara y Carlos, el valor de su mercado oscila entre los 500 y 800 mil pesos mensuales, dependiendo de si hay que comprar productos para el aseo, que por lo general suelen durar entre dos y tres meses. 

“Esas adquisiciones las hacemos en una gran superficie y a la hora de pagar, en lo posible, usamos beneficios o descuentos por el plan de clientes del establecimiento.  Lo único que no adquirimos allí son las frutas y verduras porque en tienda de barrio es más económico y en esto llegamos a destinar 250 mil pesos al mes”, dice Carlos.

Una de las razones por las que un hogar se vuelve de clase alta es que algo tan esencial como los alimentos pasa a representar un porcentaje menor del gasto. En Colombia, los alimentos y bebidas que se compran para llevar, preparar y consumir en casa representan el 8,2 por ciento del presupuesto familiar de la clase alta. En clase media, ya pesan el 15,8 por ciento; entre los vulnerables, el 22,2 por ciento, y entre los pobres, el 23,8 por ciento.

Si bien, para la clase alta, el principal gasto es ocupar la vivienda propia, lo que más diferencia a estas personas del resto de la población es el gasto en el carro. “Para movilizarnos -dice Carlos-, pagamos un carro modelo 2016, para evitar estar en talleres con un carro más viejo, y para esto se va casi un millón de pesos, entre la cuota del préstamo y la gasolina”.

En la clase alta, el vehículo particular es el cuarto mayor gasto, y pesa el 4,6 por ciento en su canasta. En clase media, el vehículo baja al puesto 8, con un peso de 2,4 por ciento. Y entre los vulnerables baja al puesto 23, con un peso de 0,95 por ciento. Entre los pobres está en el puesto 126 en la lista de gastos, con un peso de 0,04 por ciento.

En cambio, el transporte urbano es el tercer gasto de los pobres y de los vulnerables, con un peso de 4,8 y 6 por ciento en sus canastas, respectivamente. Baja al cuarto lugar en la clase media, con 5,2 por ciento, y en clase alta está en noveno lugar, con un peso de 2,5 por ciento.

Además, la pareja desembolsa 3 millones mensuales de los ingresos para los colegios de los niños, incluyendo transporte y almuerzos. Otros 500 mil pesos de los ingresos mensuales de los López Garzón son para pagar la cuota mensual de la tarjeta de crédito, que reconocen les ayuda a tapar faltantes o los gastos de recreación. 

Para optimizar este tema, están pendientes de las ofertas de los bancos para tratar de reducir intereses. Algo similar ocurre con los servicios por suscripción en donde están alerta a ofertas de menor costo, como en el caso de celulares. “Siempre hay que ir mirando de donde se recogen pesitos”, afirma Carlos.

Los salarios y otros ingresos esporádicos que les llegan, les permiten ir a vacaciones a la costa, al menos una vez al año. Los recursos también les alcanzan para salir varios ‘puentes’ a hoteles o centros turísticos cercanos a Bogotá. Y pueden salir a comer a restaurantes y parques con los niños una o dos veces al mes.

De lo que queda de los pagos de alimentación, servicios públicos, salud y educación y gastos generales, intentan destinar una pequeña suma a ahorrar para imprevistos. 

“Por lo que ganamos entre los dos no nos consideramos una familia rica. Ese calificativo sería para quienes puedan tener más de una propiedad libres de deudas varios millones libres al mes. Logramos cubrir las necesidades, pero a veces no obtenemos el ahorro deseado y siempre rogamos que no surjan imprevistos porque al final, todo es plata”, puntualiza Carlos.

El presidente de la firma anáIisis Raddar, Camilo Herrera, Mora, dice que este hogar, aunque la metodología de organismos multilaterales lo ubique como de clase alta, es el típico de clase media en Bogotá. "Es decir por lo menos tiene una deuda hipotecaria y una o dos de consumo y su gasto en obligaciones puede ser del 15 por ciento del ingreso", asevera. Además, también merca en el comercio moderno y las cadenas de descuentos fuertes, como lo hacen los que viven en zonas de estrato 5 y 6.

* Nombres cambiados, por solicitud del entrevistado

MAURICIO GALINDO Y ROLANDO LOZANO
Economía y Negocios - El Tiempo